Los fumadores de puros afortunadamente no abundan en nuestra sociedad y más particularmente en nuestro deporte. Y digo afortunadamente, no porqué me moleste el humo que desprenden sino porqué se trata de una de mis pasiones que pocos conocen. No en vano, un aumento de la demanda convertiría en aún más cara está afición.

Precisamente este aspecto es una de las cosas que más echo de menos de mi anterior etapa como jefe de prensa de la Federación Española. Durante los campeonatos a los que asistía había un ritual obligado que era la tertulia con habanos. En mi caso, mi afición y mi bolsillo se conformaban con cumplirlo una vez al día, habitualmente por las noches, mientras otros miembros de la expedición hacían de éste, un ritual que se repetía dos e incluso tres veces por día.

La operación acostumbraba a iniciarse en el aeropuerto cuando en las tiendas libres de impuesto comprábamos los habanos: Prácticamente obligatorio Montecristo para Catxo Ordeig y Pere Torres -antes de dejar la RFEP- y Cohiba para mi cuando mi amigo Rafa me los traía directamente de Cuba. Caso contrario me sumaba a Montecristo como el resto u optaba por Partagás, una de mis marcas preferidas.

Sin embargo, hasta esta costumbre se ha perdido. Ya en el Mundial de San Francisco -donde acudí como corresponsal de Sport y Radio Nacional de España- las restricciones legales del país impedían el ritual. Bueno, más bien obligaban a hacerlo en plena calle y de pie y por lo tanto la cosa cambiaba por completo. Además, el actual seleccionador, Carlos Feriche, no fuma y Catxo Ordeig ha reducido drásticamente el consumo de puros por motivos de salud. Si a ello sumamos que los últimos jefes de prensa de la RFEP no fuman y que personajes como Pere Torres ya no viaja, me veo que en el Europeo de Oviedo, los puros me los fumo solo. O eso, o con Javier Bermúdez, presidente de la Federación Asturiana y del Comité Internacional de Árbitros del que me consta, también era un amante de este placer.